Un blog personal sobre el carril bici que une Tres Cantos con Madrid y Colmenar Viejo.

domingo, 17 de junio de 2012

Korre gato, korre

Hoy he participado en una carrera muy divertida que consistía en correr por los carriles centrales de la Castellana. Desde Cibeles a Plaza Castilla y vuelta a Cibeles.



Fácil ¿verdad? Pos no.

Los primeros cinco km son bastante chungos. De Cibeles a Plaza Castilla hay una de esas cuestas traidoras. Traidoras, porque si quien avisa no es traidor, imagino que quien no avisa sí debe de serlo. Y esta cuesta es de las que no avisan. Sabes que está allí, pero es una pendiente suave que no se nota mucho cuando vas a pie o en bici. La cosa está en que casi no tiene descansos, es una cuesta tozuda y cabezona que no te deja tregua. Igual que hace el mar redondeando las piedras de la playa durante años, la cuesta de la Castellana me redondeó hoy la moral durante más de veinte minutos.

He sido un niño bueno. He estado haciendo series las últimas semanas (concretamente los domingos), y así como quien no quiere la cosa el otro día conseguí correr mi kilómetro más rápido hasta la fecha: 3:56.46 (del esfuerzo que hacía, cerraba los ojos tanto que casi no veía el carril bici). Por otro lado, el fondo lo he entrenado dejando la bici aparcada los viernes y yendo al trabajo corriendo (18 km).

Y se ha notado, eso sí.

Así fue como llegué a la mañana de hoy. Empezó la carrera, y notaba que estaba un poquito tocado. Empecé a arrepentirme por no haber aplazado mis 18 kms del viernes, el sábado parecía que no había sido suficiente descanso. Pero yo tiraba p'alante. Y al final del primer kilómetro veo que lo he hecho a 4:13, ¡nada mal!

Sigo corriendo sin pensar mucho en la cuesta que tengo delante. La cosa se hace notar, porque los kms dos, tres y cuatro los hago a 4:29, 4:49 y 4:32. Puf puf. Mirada fija al frente. Creo que nunca había llegado a ver tanto tiempo el coche de la policía que va al principio (el hecho de que es una cuesta ayuda por leyes obvias de perspectiva bien conocidas desde el Renacimiento, pero también influye el estar en la parte delantera del pelotón).

El último kilómetro antes de llegar a las Torres Kio fue chungo de narices. Se veía el monumento de Calatrava (qué cosa tan fea, menuda vergüenza pensar que hay que gastar 150 mil euros anuales en su mantenimiento), las Cuatro Torres se levantan imponentes detrás. Los sudores y el calor de una mañana de junio se hacen compañeros inseparables. Parece que uno no aguanta. Un poquito más, que dentro de poco empieza la bajada. Al otro lado de la Castellana pasan los primeros de la carrera, no está nada mal, no me han sacado tanto como otras veces. Se les ve en la cara la sensación de alivio de estar ya cuesta abajo (y si no, me lo imagino). Empieza el túnel que pasa debajo de la Castellana, y nosotros pasamos por la derecha. Ufff. Y entonces por fin se acaba la cuesta. Miro el cronómetro de móvil y veo que lo he hecho a 5:01, la leche. Para lograr mi objetivo de bajar de 45:37... voy con 8 segundos de retraso. Pero no está mal, porque esta era la parte difícil.

Y por fin empieza la parte facilona. Dejarse caer... ahora soy yo quien ve al otro lado las caras de sufrimiento subiendo la cuesta. Voy como un rayo y hago los km 6 y 7 a 4:25 y 4:03. A este lado de la castellana ya no hay sombra que tape el sol. Toca correr y ponerse moreno a la vez. Moreno albañil, más bien, porque la camiseta no es transparente (menos mal, que si no se verían los michelines que llevo de lastre, perdón, de combustible quería decir).

Sigo corriendo y llego al km 8 a 4:42. Ups. Se me escurrieron algunos segundos. Bueno, me habré despistado. Habrá que estar centradito. Sigo y llego al km 9 a 4:44. On no. Se me va a escapar mi objetivo. Llevo mucho retraso. Hay que pegar un tirón grande. Corro sin pensar mucho en que cada vez me va faltando un poquito más oxígeno. No pasa nada siempre que aguante hasta Cibeles. Paso Colón. Sigo. Me acerco a la meta, desde lejos veo que el cronómetro todavía dice 44 y pico. ¡Ey! Sigo acercándome. Se me escapan los 45 por poco, y llego a 45:07 (último km a 4:06), treinta segundos menos de lo que me había propuesto, y segundo mejor tiempo de siempre. Con el mérito adicional de que lo hice con cuatro kilos más que cuando corrí la 10K de Rivas a 44:59.

En la meta me esperan el nene y su padrino (a la mamá no hubo forma de convencerla para que se levantara a las 6:00 a acompañarnos). Echamos un vistazo a la cartera y vemos que por un fallo técnico sólo tenemos cinco euros y no hay posibilidad de abusar de los cajeros. Toca desayuno ligerito (o mejor dicho, baratito), lo normal en tiempos de crisis, a ver si os creéis que en Etiopía desayunaban mucho mejor los campeones de las Olimpiadas...

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